sábado, 5 de marzo de 2016

Sus besos sabían a dolor.


De entre todos los placeres del universo, verla fumando era casi mi preferido.
Convertía la situación en la mayor obra de arte de algún pintor moderno cegado por su belleza. Era flipante como hacía parecer bonito ponerse entre los labios un arma letal, cómo no le tenía miedo a la muerte y la desafiaba, con sus cabellos lacios al  viento y las gafas de sol negras que ocultaban la información personal sobre ella que no quería que la gente descubriera. Porque su mirada lo decía todo, a parte de dejarte absorto por el resplandor de sus ojos verdes, se podía ver que estaba tan rota por dentro que se podría derrumbar en cualquier momento su estructura externa. 
El humo envenenado salía de sus labios rojos como el alma del que muere subiendo al cielo. Dejando restos de su carmín en el cigarrillo, echando el pelo que se le ponía en la cara hacia atrás con la mano. Verla allí, sola, matándose, muriéndose, destruyéndose, aguantando, cosiendo su corazón con lo que le descosía los pulmones. Era ella en estado puro, tal y como era, tal y como me encantaba. Aunque me dolía verla así, ella era tan bonita que me atemorizaba el llegar a causarle más daño. La quería, tantísimo que no sabía expresarlo, solo podía quedarme mirándola, hasta que se daba cuenta de que estaba perdido en ella. entonces me soltaba algo del estilo: -ya sé que estoy hecha un asco pero al menos escúchame cuando te hablo, tío- y lo acompañaba de una sonrisa. Era lo mejor de mí y yo lo peor de ella. Sus padres me matarían si supieran que su hija no es la chica tímida que se esfuerza estudiando y solo sale con sus amigas, sino que está con un poeta de poca monta que le escribe poemas porque no puede decirle directamente que la quiere, que se besan como locos y no consumen solo tabaco. Los otros gilipollas que habían ido arrasándola poco a poco en su vida eran los que me impedían poder decirle que la quería como a nadie en este mundo, porque quería demostrarle que yo no era como todos ellos, que yo estaba aquí por ella, para cuidarla. Por eso no podía soltarle un "te quiero" como si nada, porque se vendría abajo.
 Era difícil entenderla, nadie lo hacía, yo lo intentaba. Solo se necesitaba paciencia, amor y ganas. Era todo lo que nadie había tenido con ella, todo lo que necesitaba. Me había cambiado a mí y a mi vida de mierda, tan solo por eso le debía más que la luna y todas las estrellas del firmamento. 

Mi placer preferido sin duda era besarla, cuando acababa de soltar el último aliento de veneno y pisar los restos del arma con sus vans preferidas, venía hacia a mí, entrelazaba sus dedos en mi nuca y me proponía algo para hacer hoy. Levantaba sus gafas y me miraba tan intensamente que me hacía agarrar su cintura con mas fuerza, por miedo a perderla. Bajaba la mirada hacia mi boca y tan solo nos dejábamos llevar. 
Sus besos sabían a dolor, no por los cigarrillos y el vodka, si no por lo destrozada que estaba y yo lo sabía bien, aunque ella no lo contara, por eso solo intentaba hacerla feliz, tenerla entre mis brazos el máximo tiempo posible, sin que ella supiera del todo que no eramos solo amigos, estaba claro no lo eramos, estabamos hechos para ser más que eso.





INVISIBLE G .

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