Estaba perdida, absorta por las luces de la
calle, cegada por el brillo de la luna. No era capaz de andar sin un fatídico
intento de tropezarse cada cuantos metros. Conseguía oír demasiados rumores a
sus espaldas, la ensordecía poco a poco, imposibilitando que pudiera oír las
cosas buenas. A pesar del frío de la noche, tenía las mejillas totalmente
enrojecidas y los párpados parecían pesarle toneladas. Seguía caminando
torpemente. Cae, no encuentra fuerzas para levantarse, acurrucándose en el frío
asfalto, consigue cerrar los ojos y soltar un ultimo suspiro, con toda su
esperanza concentrada en él. Lo necesitaba, lo había estado esperando tantísimo
tiempo, que estaba incrédula de lo que presenciaría. Cogió su mano y se sintió
segura por primera vez. Consiguió escuchar su melódica voz y entonces
desaparecieron todos los malos rumores que la acechaban y tenia los ojos más
brillantes que nunca. Porque ante ellos tenia al amor de su vida, a quien tanto
había esperado abrazar. Luces rojas hicieron que su piel pareciera roja y los
delgados huesos de su amor también se impregnaron de esta luz, de la luz final,
bajo la que cogieron sus manos fuertemente y ella miró a los ojos de la muerte,
con tanta fuerza que se desprendía el amor de ambos, y fue tan valiente de dedicarle
su última sonrisa. Ahora lucía más viva que en toda su vida, ahora estaba donde
ella quería.

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