jueves, 2 de febrero de 2017

Quizás sea hoy.

Quizás sea esta noche cuando vuelvas.
Quizás no sea otro sueño.
Quizás sea tu mirada frente a la mía, de verdad, de nuevo.
Por si decides hacerlo, te espero.
Te espero sentada en el borde de la cama, al borde de la locura, de tanto echarte de menos.
Por si decides volver a acariciar mi espalda con las yemas de tus dedos.
Te espero, a ti , a tu voz, susurrando un te quiero, un te sigo queriendo.
Por si decides que me echas de menos, por si decides que necesitas escuchar mi voz, al menos.
Mientras, grito en silencio el dolor que encierra mi pecho. Se oprime tanto que no quiere volver a ser, que se quiere ir, pero no puede.
Porque lo matas y lo mantienes vivo, porque me disparas y aún así me voy contigo.
Me voy contigo, sin dudarlo, a donde tú quieras ir conmigo.
Al infinito, o al infierno, contigo no es castigo.
Eterno, te deseo, junto a mi; eternas, tu mirada y la mía; eterno, lo mucho que nos queremos. 
Lo mucho que nos hemos querido.
Tanto como te he querido.
Tantísimo como te he amado.
Como te sigo amando;
A veces con lágrima y otras con sonrisa.
A veces tan lento y otras tan deprisa.
Que te quiero, para todo y para nada; para siempre y para nunca; para disfrutar la vida y para matar el tiempo; para contarte   cómo ha sido mi vida todo este tiempo; para que me digas también todo lo que tú has hecho. 
Que nos sobra el tiempo, para hablar durante siglos.
Que se nos escapa el tiempo, para pasar lo que nos queda de vida juntos.
Inagotable es el efecto de nuestros recuerdos.
Inalcanzable el sueño de olvidarte.
La pesadilla de olvidarme.
De lo mucho que fue.
De lo mucho que sigues siendo.
Aunque no estés.
Aunque te fueras como lo hiciste.
Aunque no vayas a volver.
Y no sea capaz de asumirlo.
Aunque duela.
Te quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario